Vivir en el Paraíso no siempre resulta fácil. Sin embargo, allí vive un gran número de familias, en un
sector considerado de invasión que se ha legalizado con el tiempo desde el
asentamiento de sus habitantes. Es un lugar especial –ubicado
sobre los cerros de la localidad de Chapinero, arriba de la Avenida Circunvalar- desde donde se aprecia uno de los más bellos
paisajes de Bogotá, pero donde el acceso es difícil pues pertenece al área urbano-rural de la
capital colombiana.
* Artículo realizado para participar en concurso del BID/2012
Hasta este Paraíso llegó un día una pareja de esposos colombo-alemanes con
espíritu filantrópico y gran experiencia en el desarrollo de programas sociales
sostenibles, después de explorar algunas
zonas vulnerables que rodean a Bogotá, bajo la intención de establecerse cerca e iniciar un trabajo de construcción de
estrategias de intervención sin
ánimo de lucro que favoreciera a la comunidad en general y centrara su atención en la población
infantil. Allí surgió ACADIS (Asociación Colombo Alemana para el Desarrollo Integral
Sostenible) donde Bogotá termina y donde comienzan los
sueños de muchos niños y niñas habitantes de esta zona periférica de la ciudad.
Desde
la llegada de ACADIS a este barrio se ha logrado el empoderamiento de la
comunidad, facilitando la participación
de todos y todas en diferentes líneas de acción
(alimentación y nutrición, ambiental, educación y
orientación, salud, cultura y deporte, economía y articulación de servicios) mediante
el modelo DIS o desarrollo integral
sostenible para el
favorecimiento social, enfocado
principalmente en la generación de otras vías de aprendizaje para los niños y
niñas, quienes en su mayoría no tienen acceso a la educación formal. Uno de sus
principales derechos.
Por
este motivo, la asociación trabaja
proyectos de fortalecimiento social, pedagógico, ecológico,
cultural y económico (con madres cabeza
de hogar) para aplicarlos en
colectivo. Muchas personas preguntarán
¿cómo estas dimensiones del desarrollo sostenible favorecen directamente a los
más pequeños/as? Pues justamente por ello: contar con opciones de evolución en donde
prácticamente no llega nada es una
oportunidad para crecer en un ambiente saludable ¿cómo? Intercambiando saberes con otros, aportando conocimientos e ideas, empoderando,
generando autonomía, aprovechando
responsablemente el entorno natural y trabajando en cadena
para cuidar su principal patrimonio: la infancia.
Niños
y niñas de diferentes edades participan en talleres artísticos, sobre ecología
y preservación del medio ambiente, idiomas, alfabetización, refuerzo escolar,
informática o salud y deporte gracias a la participación vecinal y de
voluntarios/as locales e internacionales.
¡Difícil,
más no imposible!
Experiencias como esta
dignifican seres humanos, tienen como propósito la inclusión, buscando “beneficiar a la población en
situación de vulnerabilidad, especialmente las mujeres u hombres cabeza de
familia, menores y adultos mayores, discapacitados, desmovilizados y
desvinculados (menores de 18 años) de los grupos armados al margen de la ley,
afrodescendientes e indígenas” (1)
Día
tras día la asociación abre opciones de
aprendizaje para alcanzar objetivos de
beneficio común mediante herramientas de trabajo comunitario que mejoran la
calidad de vida en el hábitat social para “…revitalizar la vida en la tierra para
la generación actual y las muchas generaciones por venir” (2) Me pregunto ¿Qué pasaría si experiencias de
desarrollo integral como esta fueran replicadas en distintos lugares reduciendo así la vulnerabilidad? Haríamos un mundo más amable, digno e idóneo
para nuestra infancia.
Claramente
no sería cuestión sólo de tiempo sino de conciencia, voluntad y siembra de lo
que está en nuestras manos brindar para un excelente futuro a las
generaciones venideras ¿Acaso no es eso lo que vivimos ó siempre quisimos tener
durante nuestra infancia? Es nuestro momento de actuar.
*Imágenes de ACADIS
2- Ibid.